La primera vez siempre es especial. A Guarda siempre ha sido territorio prohibido para Joaquín Rocamora. El entrenador franjiverde ha acumulado, desde que asumiera las riendas del equipo franjiverde, seis derrotas (cuatro de ellas de manera consecutiva) y un empate. Siete temporadas sin saber qué es conquistar territorio guardés. Sin embargo, el refranero español es sabio. No hay mal que cien años dure. También en el deporte. Todo llega para quien sabe esperar y el pasado curso llegó la que es, hasta el momento, única victoria del oriolano al frente de su Atticgo BM Elche en el pabellón de A Sangriña. Un triunfo que, además, será recordado por el técnico por el contenido y por la forma. El primero, 23-24; el segundo, remontando una desventaja de cinco goles en contra.
El equipo franjiverde llegaba el pasado 4 de febrero a A Guarda quinto clasificado en la tabla de la Liga Guerreras Iberdrola y con una racha de cuatro victorias consecutivas (siete sumando la EHF European Cup y la Copa de la reina). Dos meses sin perder y un estado de forma impecable para corregir un inicio de curso titubeante en donde, precisamente, sólo se le había ganado al Mecalia Atlético Guardés en el pabellón Esperanza Lag; acumulando tres derrotas y dos empates en las primeras seis jornadas de competición liguera. El equipo franjiverde cotizaba al alza y expuso en tierras gallegas los argumentos que, a final de temporada, le dejó a las puertas de convertirse en campeón de la Liga Guerreras Iberdrola.
Desventaja de cinco goles
Aquel partido será recordado. Las ilicitanas empezaron a sufrir el empuje local a partir del minuto 9:30, tras un inicio de intercambio de goles en el luminoso. La primera desventaja de tres goles (5-2) empezaba a abrir brecha en el marcador y las diferencias se ampliaban. El conjunto franjiverde tocaba fondo con un parcial 4-2 en poco más de cinco minutos, que llevaba el propósito de remontada hasta los cinco goles de diferencia (9-4). Sin embargo, el carácter ilicitano empezó a florecer para ir conquistando, centímetro a centímetros y segundo a segundo, el 40×20 gallego. Parcial 1-5 y diferencia de un tanto para llegar al descanso dos abajo (13-11). Toda una reanudación por delante en la que enmendar errores.
La segunda parte fue mucho más igualada. Sin estridencias en el marcador, pero con un déficit que en cada fallo podía crecer y dejar en la lona al equipo ilicitano. Nadie bajó los brazos. Empates a trece goles, a catorce, a quince; ventajas de un tanto por encima del rival, dos e incluso tres como máxima renta (16-19). De nuevo empate, tras un parcial 3-0 y tener que volver a empezar. Vaivén de goles y tiovivo de sensaciones ante un equipo empujado por su calurosa grada. La igualdad por bandera hasta los minutos calientes del partido en donde cada error y cada acierto se elevan a la máxima potencia.
Y así, hasta el empate a veintidós goles. Siete minutos para el final del encuentro. Las espadas en todo lo alto. Ya no se trata de atinar, también de no fallar. Mecalia Atlético Guardés golpea primero. Gol de Pauli Fernández. Las gallegas se ponen por delante. Quedan seis minutos y medio. De repente, exclusión de Carolina Silva. La oportunidad está sobre la mesa, sólo hay que saber aprovecharla. Impecable Zaira Benítez para poner el empate a veinticuatro goles. Sólo queda un paso. Puede que no sea el definitivo, quedan poco más de tres minutos. Un mundo en el cronómetro del balonmano. Y de repente, minuto 28:02 en el luminoso.
Remontada franjiverde
Organiza el juego Zaira Benítez. Cede para Danila So Delgado. La lateral izquierdo devuelve a la central, que combina de lado a lado con la zaragozana y con Tessa Van Zijl. Se busca el hueco. Pipy Wolfs agita la defensa cruzándose, Danila So Delgado permuta con Zaira Benítez, Tessa Van Zijl recibe de la aragonesa y conecta con Alexandra do Nascimento en el extremo diestro. La pizarra de Rocamora ha dibujado la jugada perfecta. El tiempo queda suspendido en un suspiro. La brasileña no falla ante la oposición de la hoy franjiverde Marisol Carratú. Es el 23-24. Quedan menos de dos minutos para certificar el trabajo, esfuerzo y resiliencia de una hora de partido que llega a su fin. Es el momento de la defensa. También de una Nicole Morales que detiene el primer lanzamiento, el segundo se va fuera. Quedan treinta segundos. Tiempo muerto. El partido se va al cuarto oscuro.
Suena la bocina. El grupo hace piña, salta y grita. Se ha ganado. Es la primera de Joaquín Rocamora en A Guarda, pero es, sobre todo, la confirmación de un equipo que no da nada por perdido. Retumba el ‘Más cojones, que palmeras’. No es para menos. Las caras de alegría lo dicen todo. Ya no es el qué, es el cómo. Vencer y convencer. Querer y poder. También saber. Disfrutar sufriendo. Las puertas del cielo se han abierto en A Sangriña. La rabia acumulada de ocho temporadas en las que no siempre se ha tenido la oportunidad de ganar, encuentra su momento de catarsis. Una de las últimas plazas por conquistar por el oriolano ya tiene la pica franjiverde. Una muesca más en el revolver. Joaquín Rocamora y su Atticgo BM Elche han congelado el infierno.
Texto: Jerónimo Tormo / Fotografía: CBM Elche